jueves, 10 de octubre de 2013

Sabino y su destino


Entre el pesado tráfico de avenida Constitución, en el corazón de Monterrey, sobresale imponente una hermosa escultura, un águila abraza suavemente con sus alas a una madre, como protegiéndola. La madre, a su vez da pecho amorosamente a su hijo. Esta figura representa al IMSS y es bastante común, pero por alguna razón, esa escultura en particular me cautiva. Tal vez es el ambiente tan caótico en el que destaca.

Pero por más poderosa que pueda ser la escultura de metal, se derrumba como de arena ante la primera foto de Sabino. Y es que lejos de la larga lista de eventos negativos que pesan sobre los mexicanos, la imagen de una mujer indígena dando a luz en el pasto, parece resumirlos todos. No se necesita mucha explicación.

Resulta profundamente indignante, y no por lo gráfico de la imagen. Ni siquiera por la falta de empatía del personal médico o de su mísero centro de médico que le negó la atención. Me resulta aun más lacerante el destino que mi país le ofrece a Sabino. El recién nacido, uno de los tantos humanos que lo primero en conocer de este mundo es el suelo. Sabino, que la vida lo obliga desde el primer instante de su vida a estar en el suelo. Más te vale que ni levantes la vista, parece decirle México.

Es bastante sencillo, necesitamos urgentemente darle el valor a millones de personas que jamás lo han tenido. Necesitamos, como el águila del IMSS, proteger a cada una de nuestras madres para que alimenten a sus hijos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

martes, 29 de noviembre de 2011

Nuestro letargo


Supongo que Alan jugaba emocionado en el patio de sus vecinos. Probablemente pateaba una pelota, y como cualquier otro niño de 4 años, se peleaba con su amigo solo para luego reír juntos. Sin esperarlo, ni mucho menos merecerlo, una bala le destrozó el pecho, terminando con su incipiente vida. Esta bala, disparada desde un fusil AK-47 que nunca debió ni siquiera estar en nuestra tierra, se llevó mucho más que la vida de un niño inocente, que ya es mucho decir. Se llevó los hermosos sueños que un niño de 4 años puede tener y la ilusión de sus padres de verlo crecer y formarse en un hombre. Y todo por el acto, en extremo egoísta, de un desconocido por tener dinero y poder.

Esto no es una triste historia de ficción, esto pasó la noche del 28 de noviembre del 2011, apenas ayer. Hoy en los periódicos es dificil encontrar esta nota, tenemos que hurgar entre montones de modelos en poca ropa (si es que ropa tienen) y anuncios pagados por el gobierno con la intención de ya ni sé qué. Y me molesta, ¿será que una noticia que nos debería indignar y solidarizarnos ya no tiene una carga noticiosa, o será que simplemente somos tan egoístas como aquel que disparara su arma por simple poder?

Ya lo decía el tan odiado Antonio López de Santa Anna, “¿vender yo la mitad de México? ¡Por Dios! Cuando aprenderán estos mexicanitos que si este barco se hundió no fue solo por los errores del timonel, sino por la desidia y la torpeza de los remeros”. Y tenía razón, seguimos esperando que nos ayuden, incluso algunos ruegan, sin saber qué implica, que los cascos azules intervengan o aun peor, que lo haga Estados Unidos.

No somos capaces ni siquiera de reunirnos un día en macroplaza. “No, que lo hagan otros, a mí me da miedo, ya ves lo que pasó en 1968”, ¡por el amor de Dios! Los españoles vivieron una terrible dictadura de  39 años y no titubean en tomar las calles en la legítima defensa de sus derechos, y que decir de los chilenos que después de tantas represiones en la era de Pinochet, cientos de miles de jóvenes toman las calles día tras día por su derecho a estudiar.

¿Qué tiene que sucedernos para salir de nuestro letargo y buscar un mejor futuro para nuestro país? ¿Tienen que matar a nuestros hermanos, padres e hijos para que cómo Javier Sicilia, Alejandro Martí o Nepomuceno Moreno, valientemente peleemos por lo que queremos? ¿Por qué no basta simplemente con la muerte de Alan, quien era lo que yo soy?

Descansen en paz Alan David Carrillo, quien no tuvo la oportunidad; Nepomuceno Moreno que la tomó; y todos aquellos que ayer murieron porque se les negó.

viernes, 28 de octubre de 2011

¿Así como?

Las acciones conjuntas, Rocha (La Jornada)

El problema de las drogas es como un árbol, vemos las hojas y las ramas, pero no vemos las raíces, estas raíces permiten que el árbol pueda seguir viviendo y tenga fuerza para resistir los golpes del exterior. Un árbol es incluso más grande debajo de la tierra. Estados Unidos forma parte de esas raíces. Si se sigue permitiendo que las raíces lleven nutrientes y fortalezcan ese árbol, va a ser prácticamente imposible terminar con el problema. Con tantas armas y tanto dinero nutriendo el problema es imposible pensar terminarlo.

Pero la solución no es permitir que agentes estadounidenses entren a nuestro territorio a hacer nuestro trabajo, como, después de ver tantas películas, algunos lo han propuesto, la solución es que ellos hagan la suya. Sería muy tonto que  entraran a combatir las armas y el dinero que su país está enviando. Entonces, su tarea es desmantelar las redes del narcotráfico que existen allá y controlar la venta de armas, ¿el problema? Los costos políticos, económicos y sociales que esto representaría.

Estados Unidos no está haciendo el papel que le toca en la lucha; expondré brevemente dos argumentos. Primero, resulta casi imposible que el congreso limite las ventas de armas, ¿por qué? Una de las razones es que la Asociación Nacional del Rifle (NRA) es uno de los grupos que más cabildeo realizan en el congreso norteamericano, entre 1990 y el 2006, la NRA contribuyó con $16 millones a las campañas presidenciales (83% al partido republicano). Además, es una organización de 4 millones de personas con un porcentaje de votación del 95%, entonces ningún congresista con un poco de olfato político estaría dispuesto a promover leyes de esta naturaleza.

Sin embargo, según el reporte “Halting U.S. Firearms Trafficking to México” del caucus (junta política) del senado norteamericano en Control de Narcóticos Internacional, alrededor del 87% de las armas aseguradas en México pueden ser rastreadas a los Estados Unidos, de este 87%, el 91% son de producción estadounidense, el otro 9% son importadas fácilmente a Estados Unidos para después ser introducidas a México. Además, la mayoría de las granadas usadas en México, son introducidas desde países centroamericanos como Nicaragua. Estas granadas eran parte del arsenal con el que Estados Unidos dotó a grupos rebeldes como los contras.

Segundo, es más que obvio que ellos conocen como se distribuye la droga en su país, y ésta se permite por no perturbar la paz social. Una semana después del ataque en febrero de este año a los agentes estadounidenses Victor Ávila y Jaime Zapata se capturaron en Estados Unidos, en un golpe sin precedentes, a más de 100 narco distribuidores, esto fue claramente un mensaje del gobierno de Estados Unidos de que no tolerará ataques contra sus agentes; pero sí tolera cerca de 50,000 muertos mexicanos (véase el caso de Rápido y Furioso y otros “planes” que los estadounidenses tan inteligentemente han desarrollado en nuestro país)

Es preferible negociar con los narcotraficantes como Estados Unidos claramente lo hace, a seguir luchando contra grupos sin que Estados Unidos responsablemente tome los costos que esto implica.

Espero haber convencido a aquellos que desean ver en las calles a The Rock asesinando zetas al por mayor sin recibir un solo rasguño. 

domingo, 11 de septiembre de 2011

Igualdad para alcanzar la paz en México

Fuente: portafolio personal

“Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud”.

A la mitad de nuestra historia como pueblo mestizo, José María Morelos plasmó en los Sentimientos de la Nación la igualdad como uno de los mayores retos de nuestra sociedad. 200 años después, esta premisa está más presente que nunca. Pero la igualdad y la equidad no sólo deben ser entendidas en términos económicos o legales, sino en dar a nuestros prójimos la dignidad que nosotros como personas nos merecemos.

La pobreza y la violencia deben ser vistas como resultado de conflictos mucho más profundos y viejos de lo que quisiéramos aceptar. Por siglos hemos, como sociedad, discriminado y negado celosamente la oportunidad a millones de personas de vivir con dignidad y hoy estos individuos pasan factura en forma de violencia a un pueblo fracturado que los ha abandonado y creado desiguales.

Y aunque esta violencia de ninguna manera es justificable y como a cualquier otro crimen hay que combatírsele con todo el poder de la ley, esta es solo una solución momentánea  (si se le puede considerar solución es otro debate), la solución definitiva yace en dejar atrás actitudes estúpidas como pretender ser mejores por tener más y mejores objetos. Aceptarlo es el primer paso, la causa somos todos, así como la solución está en todos nosotros. La dignidad y la igualdad nacen con el ser humano, no lo da lo material. En esta idea está la verdadera solución.

La mayoría ve los actos de los grupos del crimen organizado como actos terroristas, personalmente yo difiero. Verlo de esa manera es muy fácil, pues a un terrorista lo define como tal el uso del terror para alcanzar un fin político y como tal se le combate, o en su defecto, negocia. Nuestro conflicto es mayor, nuestro conflicto surge de la necesidad de poseer lo que en nuestra sociedad hemos creído y creado necesario para ser iguales. Es decir, la igualdad y la dignidad, desgraciadamente, nacen de lo material que tenemos y del color con el que nacimos, no del vicio y la virtud con la que contamos, como lo propuso Morelos en 1813. La violencia en México debe ser vista, sí como actos cobardes y terribles, pero nunca se nos debe olvidar esa exigencia de los criminales de tener lo que aparentemente da la dignidad.

La igualdad hacia nuestros semejantes ya no es sólo cuestión de moralidad sino materia de sobrevivencia. Un conjunto de personas que se llama a si mismo sociedad no puede vivir dando un trato indigno a sus relativos, sea cual sea su color de piel o situación económica. No sé cómo pretendemos terminar con la violencia que nosotros mismos hemos gestado a través los siglos si no es reafirmando la igualdad de nuestra gente.